domingo, 21 de octubre de 2012

Multilingüismo

Ayer me tocó una de esas interpretaciones que me encantan: modalidad consecutiva, pero rayando casi en la de interpretación de enlace e intermediación cultural. Se trataba de un curso dirigido a odontólogos sobre el uso de materiales de relleno para intervenciones faciales de tipo estético. Vamos, para lograr un contorno de labios más definido, unos labios más voluminosos o para quitar esas arrugitas y esos surcos que a todos nos van saliendo la edad. Un mundo que yo desconocía completamente y que me obligó a ponerme al día como una loca. Me encanta tener la posibilidad en cada interpretación de abrir una ventana que ni siquiera sabía que existía y asomarme a un mundo nuevo. El curso tenía un carácter eminentemente práctico y para él se contaba con la presencia de un prestigioso cirujano plástico venido de tierras alemanas, y perteneciente a una de esas generaciones que estudiaron francés en el colegio y en la universidad, probablemente. Mi labor era interpretar la ponencia teórica inicial y, a continuación, sumergirme en una de las salas de tratamiento con las que contaba el centro, donde el cirujano procedería a aplicar las distintas técnicas aplicadas en una quincena de pacientes aportados por los asistentes al evento. Total, más de seis horas de pie yo sola, con un descanso de 10 minutos nada más. El consejo de Aida González (intérprete y profesora mía de interpretación) de llevar zapatos cómodos y chaquetas con bolsillos para meter el micro adquirió aquí su verdadera dimensión.

Cuando el doctor intervenía a un paciente, el profesional que lo había traído necesitaba de una comunicación fluida con el doctor durante el tiempo que duraba la intervención, para poder solventar cualquier duda que tuviera, y porque él también participaba en la intervención con las manos (la aguja) en la masa. La mayoría de los asistentes entendían algo de inglés aunque no lo hablaran, pero en uno de los casos el odontólogo en cuestión me dijo literalmente: "Yo, de inglés, muy malamente, Esther, necesito toda tu ayuda". Tras el primer intercambio de frases al asistente en cuestión se le escapó sin querer un "oui" (francés) cuando quería responder "yes"(inglés), y ahí el ponente (el cirujano alemán) vio el cielo abierto, "Ah! Très bien, si vous parlez français moi aussi; en fait, c'est plus facile pour moi...." y sin previo aviso deja el inglés de lado y pasa a explicar todo en francés, idioma que comprendía un asistente pero que dejó a los 20 restantes completamente ojipláticos.

Evidentemente a mí me habían contratado para interpretar del inglés al español y viceversa; evidentemente podría haberme quejado porque esta nueva situación se salía del contrato; pensé muy rápido y esta es la conclusión a la que llegué: el organizador del curso no se está quejando porque el ponente haya cambiado de idioma, y él había insistido en que lo primordial era que la comunicación fluyera entre ponente y asistentes. Yo entiendo y hablo francés con la suficiente confianza como para superar un reto así, que tenía poco contenido técnico, todo hay que decirlo.  Delante de mí tengo unos cuantos clientes potenciales (esta vez no había agencia de por medio) que seguro que iban a considerar que era un plus que también hablara francés. Así que ahí que me lancé, y salió bien.


Está claro que acepté el cambio porque el cúmulo de circunstancias era especial: público limitado, discurso lento y repetitivo, ponente cercano físicamente (lo que me permitía preguntarle sin problema en caso de que algo que no lo hubiera entendido al 100%) y ambiente distendido. Si hubiese sido interpretación simultánea, un entorno más formal, un tema más complejo o una situación más crispada habría dicho que si el ponente no hablaba en el idioma acordado yo no interpretaba, pero en esta situación me pareció oportuno liarme la manta a la cabeza.
¿Qué opináis vosotros del tema?

Cuando me decían intérpretes en activo que la profesión nunca deja de depararte sorpresas, ¡qué razón tenían, madre mía!

domingo, 17 de junio de 2012

Horas muertas

A veces cuando interpreto me recuerdo a mí misma a esos actores que cuentan que para rodar una secuencia de media hora se tiran todo el día en el set de rodaje esperando, dejando pasar el tiempo, maquillándose y volviendo a esperar. Algo así me sucedió el lunes pasado (menos lo del maquillaje, claro). Interpretación en un hospital de esos nuevos y deslumbrantes de la Comunidad de Madrid. Jornadas de temática económica y de gestión, tan típicos de esta coyuntura económica que nos está tocando vivir. Como suele suceder, viene un ponente extranjero y el resto son españoles, con lo que toca interpretar todo al inglés menos la ponencia del extranjero. Solicitamos a la agencia información. Nada. No hay respuesta. La agencia nos dice que hablemos directamente con el cliente, otro eslabón intermedio en esta eterna cadena que parece ser la organización de eventos corporativos. Nada, imposible. El día anterior a la celebración del evento nos sugiere que, aunque las jornadas son de 4 a 7 de la tarde (ergo nos pagan media jornada), que por qué no vamos allí a última hora de la mañana (a la 1 del mediodía) porque, como seguro que los ponentes se acercan por allí a probar el equipo audiovisual, poder tener las ponencias aunque sea con un par de horas de antelación. Tener las ponencias con 2 horas de antelación ayuda más bien poco, pero menos da una piedra, así que allí que nos dirigimos mi compañera de cabina y yo transporte público mediante. Total: que hemos salido a las 12 de casa y llegamos a las 8:30 de vuelta para una interpretación que empieza a las 4 y que dura 3 horas.
¿Quién dijo que la hora de intérprete está requetefenomenalmente bien pagada?

La cosa es que llegamos allí a la 1 y gracias a un cambio de planes de "última hora" nos comunican que allí no va a llegar ni el Tato hasta las 4 pm. Genial. Horas muertas por delante. Pero bueno, las horas nunca son muertas del todo si tratas de sacar el máximo partido de ellas. No hicimos sudokus ni hicimos una tablita de yoga, sino que alternamos trabajo pendiente de traducción con una comida con los organizadores, que nos sirvió para charlar con ellos de manera relajada y afianzar la relación profesional, cosa harto importante (cada día me doy más cuenta de ello) en esta profesión de intérprete autónoma.

8 horas fuera de casa por un salario de media jornada, pero yo siempre trato de ver lo positivo de cualquier situación, y creo que en este caso todos ganamos mucho, aunque no fuera en euros contantes y sonantes.

sábado, 16 de junio de 2012

Ponentes patrios

Cualquiera que me haya preguntado que cuál es el peor acento a la hora de interpretar, yo siempre digo lo mismo: que, globalmente hablando, el peor ponente es el producto nacional. Interpretar al inglés ya es de por sí un reto, puesto que el vocabulario con el que jugamos no es tan amplio como en nuestro propio idioma, y cuando el tiempo apremia siempre cuesta algo más encontrar la palabra precisa o la expresión que mejor encaja. Pero es que los ponentes patrios suelen venir, en muchos casos, con características adicionales que ellos justifican como si viniesen de serie. Y un claro ejemplo de este tipo de ponentes me encontré yo el miércoles pasado. Os pondré en antecedentes: Consejero Delegado de una gran empresa española con sedes repartidas por medio mundo. La empresa celebra su Reunión Anual en Madrid, y el primer acto es una charla de bienvenida de dicho CEO para todos los jefazos nacionales y venidos allende los mares. Muchos de ellos americanos que no hablan ni papa de español. Va a ser una consecutiva pero, 2 horas antes de empezar y habiendo salido yo ya de casa, me cambian el guión y me dicen que me van a meter en cabina. Para entonces yo ya llevaba 3 días pidiendo información sobre el tipo de ponencia que va a ser, pero nadie suelta prenda. Así que lo único que me queda es empollarme la web de la empresa, que tiene el decoro de ser bilingüe. Algo es algo. Llego al evento con 1h de antelación para probar micros y tratar de recabar algún dato in situ, pero lo único que obtengo es un "tú no te preocupes, que no se va a meter en cifras, va a ser una bienvenida general, nada formal y relajada". Pero la menda no se fía ni un pelo. El protagonista del acto aparece por allí bastante pronto, mucha gente le requiere y sigue sin querer decir de qué va a hablar. Parece que no quiere renunciar al efecto sorpresa de sus palabras y prefiere eso aun arriesgándose a que su mensaje no llegue en perfectas condiciones a sus colegas estadounidenses. Trato de acercarme yo al CEO y me presento como su intéprete, a ver si cuela y me cuenta algo. Y sí, estas son sus palabras textuales: "pues creo que no voy a ponerle la vida nada fácil, porque yo suelo hablar muy rápido cuando voy con el discurso sin preparar". Ante estos casos siempre me pregunto: ¿realmente hablar rápido es algo tan inherente a la persona que, a pesar de tener la cabina y a su habitante a 5 palmos de tus narices, eres incapaz de pisar el freno por tu propio bien? Muy típico del producto nacional: "Yo hablo rápido, pero ahí no hay nada que hacer". Y muy típico también el improvisar el discurso, sin papeles y, lo que es peor, sin hilo conductor, que es lo que apuñala al intérprete. ¿Quién nos ha dicho que estructurar, preparar, ensayar y hasta memorizar una ponencia le quita carisma al discurso? ¡No le quita carisma, sólo le añade cosas buenas! Se transmiten mejor los mensajes clave, se hace más ameno y fácil de seguir, y se suele ser más conciso. El epílogo de esta historia es que el CEO fue conciso porque iba bien adoctrinado (menos mal, porque en otras ocasiones alargó los 20 min de rigor hasta 1h 30 min de discurso y yo estaba sola en cabina), lo del hilo conductor no se le daba del todo mal, la velocidad fue menor de la esperada (el entorno paradisiaco, entre jardines y con una fuente enorme a sus espaldas debió de ayudar a atemperar el ánimo), pero la conferencia fue, como cabía esperar, financiera en toda regla; una descripción de la cuenta de resultados de la empresa y la estrategia que seguirán en el futuro, llena de apalancamientos, EBITDA, desinversiones, volumen de negocio y deudas a mansalva. Menos mal que tras empollarme este estupendo libro sobre fundamentos del análisis financiero (primero te explica el concepto, luego te enseña el palabro correspondiente) ya no estoy tan rematadamente pez en esos temas como hace 1 año...pero aún así, tener un breve esquema de partida habría mejorado las cosas notablemente.
Y la moraleja: ¿Realmente es tan difícil ver que ayudar al intérprete es ayudar a que tu mensaje le llegue nítido y sin taras a la audiencia?

Biduleando en la gran urbe

La interpretación de hoy iba a ser en consecutiva, en principio, pero estoy de acuerdo con que este formato no encaja del todo bien cuando el objetivo del discurso es llenar de energía y entusiasmo y de ganas de trabajar a los asistentes, como era el caso. Una gran empresa en su reunión anual, y hoy era el turno de las actividades con un cierto carácter lúdico para potenciar el espíritu de grupo. Así que cuando me llamó la agencia para notificarme del cambio de formato (de consecutiva a simultánea) no me sorprendió demasiado. Lo que sí me sorprendió fue saber que la simultánea se iba a hacer, por simplicidad, sin cabina, y que iban a recurrir al famoso maletín de Infoport/Bidule del que tanto había oído hablar y que tuve la suerte de probar en la ponencia magistral que impartió Clara Guelbenzu en el marco de las Jornadas celebradas en Sampere el pasado abril. Así que cuando me preguntaron si lo había utilizado en alguna ocasión, tuve la suerte de poder decir que sí. De todas formas, los primerizos han de saber que es un sistema sencillo de utilizar (¡por eso recurren a él, claro!).
Aquí os muestro una foto del sistema que utilicé yo:

Al igual que en la simultánea, cada asistente tiene unos auriculares con un receptor incorporado, un control de volumen y un selector de canal.  El intérprete cuenta con un micrófono formato "diadema" y un emisor del tamaño de una cajetilla de tabaco (el dispositivo que aparece a la derecha de la foto) con el que "se envía" a los asistentes el discurso interpretado. En este caso el ponente hablaba con un micrófono conectado a uno potentes altavoces, con lo que yo tenía que escuchar el sonido ambiente e intrepretarlo simultáneamente, sin disponer de barrera alguna entre lo que oía y lo que hablaba (es decir, en este caso no disponía de auriculares). El sonido me llegaba sin problemas, pero el tener que desvincular el discurso oído de mi propio discurso cierto es que requiere una dosis triple de concentración, como cuando uno trata de interpretar al locutor de televisión.  Menos mal que el ambiente era relajado y el ritmo del ponente no era muy rápido, con lo que pude realizar mi labor sin grandes dificultades.
La experiencia fue estupenda: como suele suceder, tuve que llegar con mucha antelación para probar el sistema (calidad del sonido, alcance de la señal), pero el no estar en cabina tiene muchas ventajas:

  • ¡No te cueces! (Algo especialmente habitual si interpretas al aire libre y en verano)
  • Andando se piensa mejor (por lo menos a mí me pasa)
  • Hay más contacto con el resto de integrantes del equipo de organización del evento, y en este caso eran muchas. Y las relaciones sociales son, me he dado cuenta, una parte vital de esta profesión, a la par de la interpretación propiamente dicha.
  • Puedes buscar tú misma la mejor ubicación para ver y oír bien al ponente. Esto puede convertirse en un problema en ciertos trabajo de campo, lo sé, pero en este caso concreto jugó a mi favor.
La verdad es que yo no me había imaginado a mí misma utilizando el maletín de Infoport/Bidule en la gran urbe, a espaldas del Bernabeu, con el tráfico de la Castellana a mi vera, sino en trabajos de campo tales como una visita a unas instalaciones agropecuarias, a una fábrica, un paseo rural... pero tras la sorpresa inicial me voy con buen sabor de boca y con ganas de repetir. 

sábado, 12 de mayo de 2012

Un esfuerzo recompensado (o casi)

Otra vez de vuelta a la cabina, esta vez en un "marco incomparable" de esos: el Casino de Madrid. La parte negativa de estos sitios con tanta escalinata y tan elegantes es que hay ocasiones (como fue el caso) en las que la lámpara de araña, una de esas de 2x!0^5 critalitos refulgentes queda entre el público/los intérpretes y la pantalla donde se proyectan las diapositivas. Menos mal que teníamos todas las ponencias en nuestro ordenador y no hubo mayor problema.
En esta ocasión se trataba de unas jornadas sobre medicina; las más especializadas en las que he participado hasta ahora. El cliente final era una farmacéutica de las gordas gordísimas, y para nuestra sorpresa nos llamaron a las intérpretes para que fuéramos una semana antes a sus oficinas, donde nos explicaron con detalle el tema sobre el que versaban las jornadas; los fármacos de la competencia, los temas en los que seguramente se centrarían los ponentes, las palabras clave que se emplearían...un gusto. Ahí fue donde se empezó a labrar el éxito de la interpretación.

A partir de ahí, y forradas de información e incluso llevándonos alguna de las ponencias de las jornadas (¡vaya lujo!) volvimos a casa y empezó la labor de rata de biblioteca... más de dos días enteros adicionales dedicados exclusivamente a prepararnos las jornadas. Mi compañera de cabina N. y yo formamos un equipo estupendo, nos repartimos las ponencias, compartimos glosarios, dudas y comunicación con el cliente. Es un gusto sentir que formas parte de un equipo, que ninguna trata de demostrar ser más que la otra, sino que los puntos débiles de una se complementan con los puntos fuertes de la otra y que hay buen rollo a la hora de apuntar a la otra cuando se equivoca o echarle una mano cuando ya no puede más. ¡Un gustazo! Me encantaría volver a trabajar con ella (y ella lo sabe porque se lo dije expresamente).

La jornada, para variar, empezó con sorpresas. El único ponente extranjero, y a la sazón el "dios" de su campo anunció que no acudía a las jornadas por problemas de salud pero que se levantaría a las 5 de la mañana hora local para impartir su charla vía telefónica. ¡Horror! ¿Y qué calidad va a tener el sonido así, nos preguntábamos? Los técnicos de sonido hicieron un trabajo impecable, instalando un sistema de sonido telefónico conectado a la centralita del Casino. Le llamaron, a su casa, y él empezó a hablar, indicando cada vez que había que pasar de diapositiva. Nosotras interpretamos su charla y las preguntas del público y todo salió a pedir de boca. Hay que decir que, aprovechando que nos pidieron a nosotras que habláramos con él antes de la charla y le explicásemos cómo iba a funcionar el invento, aprovechamos para pedirle que hablara despacio y claro, para compensar la menor calidad del sonido. ¡A la ocasión la pintan calva! Y todos quedaron contentos.

Tras la ponencia del americano vinieron muchas impartidas por españoles, que hubo también que interpretar para el único inglés que había en la sala. Cuando el inglés se fue decidimos seguir interpretando a modo de "práctica remunerada", pero tuvimos que parar al cuarto "golpecito" en el cristal de la cabina porque la gente no podía entender que estuviéramos trabajando para la pared.

La jornada acabó con enhorabuenas y felicitaciones...la mejor recompensa al esfuerzo realizado. Bueno, la mejor recompensa sería eso más una tarifa por parte de la agencia acorde a la dificultad del tema y al tiempo dedicado; desde luego que con lo que he cobrado por 4 días de dedicación me sale mucho más a cuenta quedarme en mi rincón traduciendo (¡para que luego digan que los intérpretes se forran!), pero el subidón posinterpretación no tiene parangón....

Por cierto, qué pena da escuchar comentarios como este, más aún viniendo de una de las jerifaltas de la empresa farmacéutica: "¡Ah! ¿Pero habéis estudiado sobre el tema de las jornadas en cuestión antes de venir aquí?".

viernes, 20 de abril de 2012

Cabina aislada y sin visibilidad

Por fin he vuelto a cabina, que ya había ganas. Esta vez la interpretación era fuera de Madrid, lo que para algunos puede ser un inconveniente pero para servidora es un "plus"... a mí me gusta viajar en cualquier circunstancia, aunque sea en autocar, a un lugar helador y sin mucha gente por la calle en cuanto dan las ocho de la tarde.
Esta vez la interpretación era en una cabina fija, nada de cabina móvil. Amplia (habrían cabido 3 personas perfectamente), bien aislada de la zona de ponentes (en cuanto al ruido) pero con dos pegas:


1) Al estar tan aislada de la zona de los ponentes y el público, es mucho más difícil interaccionar con ellos y, en concreto, hablar con ellos para recordarles que el éxito de la labor interpretativa depende tanto de la calidad del intérprete como de la velocidad del ponente y de la estructura de la que dote a su discurso. Al estar allí lejos, en una ventanita que apenas se ve desde la sala, es mucho más fácil soltar sin remilgos el ya famoso "yo hablo mal y hablo rápido...lo siento por los intérpretes", como si el orden y la velocidad del discurso vinieran de serie, sin posibilidad de modificación. Añádele a eso un endiablado acento escocés (sí, sí, hay que practicar más todo tipo de acentos) y a sudar tinta china.

2) No entiendo la gracia de construir una cabina para los intérpetes que está dotada de una visera enorme que impide ver las 2/3 partes de la pantalla donde se proyectan las presentaciones. Esto es lo que se veía agachándose:



Los ponentes no son conscientes de ello, por lo que en ocasiones lanzan el temido "los traductores pueden traducir directamente de la presentación", obligándonos a agacharnos y a adoptar cómicas posturas para poder ver un par de líneas más que en posición sentada. Le he dado muchas vueltas al tema pero sigo sin entender la función de la visera. ¿Alguien tiene alguna idea?

Por lo demás la interpretación fue interesante y llevadera, gracias a que era un tema ya abordado en pasadas interpretaciones, y más aún gracias a los opíparos coffee-breaks que lograban contrarrestar cualquier posible bajón de glucosa, como muestra la imagen.


jueves, 22 de marzo de 2012

Interpretación y emoción consecutiva

La interpretación de hoy es de esas que gustan a cualquier intérprete: la agencia se pone en contacto contigo con una semana de antelación, te hace llegar un montón de información, incluida las 230 diapositivas que conforman la presentación del ponente, te manda documentación adicional e indica que el responsable del acto (un curso sobre ortesis dinámicas de pie y tobillo para niños con problemas neurológicos) estará más que encantado de escuchar las dudas y las preguntas que el intérprete pudiera tener. Bueno, creo que en realidad no se refiere a mí como intérprete sino como "traductor", pero eso es algo anecdótico ante tantas ganas de colaborar.

Aunque es un curso para 40 personas el organizador opta por que la interpretación sea consecutiva en vez de contratar una cabina. Aunque seguro que su motivación es fundamentalmente económica, en este caso a mí como intérprete me gusta mucho más esta modalidad:

* En primer lugar, porque te permite colocarte cerca del ponente. Éste, al tenerte cerca, es siempre consciente de tu presencia y le cuesta más acelerarse exponencialmente que si estás escondido en una cabina. Además, al estar al lado siempre existe la posibilidad de interrumpirle sutilmente.

* Me encanta estar cerca del público cuando la charla se realiza así, en petit comité. Permite un diálogo mucho más fluido y una cercanía que favorece la empatía con los asistentes, sobre todo si has podido prepararte bien el tema y se quedan alucinados al escucharte hablar de articulaciones astragalinas o del extremo proximal de la falange. Y yo, claro, no desaprovecho la ocasión para explicarles que hace 4 días no sabía nada de ortopedia ni tampoco de huesos y articulaciones del pie, pero que la labor del intérprete es documentarse a conciencia, si le dejan.

* El estar cerca del ponente permite aclarar con él conceptos que pudiera no haber entendido correctamente; en un tema tan técnico como este no conviene confundier pie vago con pie varo ni retropié con antepié. (Que no me escuche mi profe, pero te permite incluso hacer alguna pregunta que aclare mejor el sentido de alguna cosa que haya dicho el ponente; en un contexto así de familiar, creo que queda bien).

* Permite darte a conocer no sólo de nombre sino también de cara entre otros asistentes; cada uno de ellos es también un cliente potencial y está bien que recuerden tu presencia.

* Y, finalmente, porque para un traductor autónomo acostrumbrado a estar en su rincón, es un gusto pasar una jornada entre gente tan diversa y tan interesante, que te permiten abrir una pequeña ventana en su mundo, cuasidesconocido hasta entonces, y conocer la realidad de su profesión: cómo trabaja un fisioterapeuta que se dedica a la rehabilitación de niños con parálisis cerebral, qué tipo de estudios hay que hacer para ser técnico ortopédico, quién paga las ortesis, qué limitaciones impone la Seguridad Social...una fuente inagotable de nuevos conocimientos.

La sesión de mañana fue cansada por aquello de estar de pie pero transcurrió con normalidad. Por la tarde la cosa cambió radicalmente, y ahí es donde entra en juego la "emoción" que aparece en el título. Después de comer llegaron a la sala donde estábamos reunidos dos niños con dificultades para caminar; uno tenía 15 años y parálisis cerebral y venía acompañado por su madre, y la otra era una niña de 6 años con síndrome de Down y venía acompañada por su padre. Ambos progenitores ejemplo de dulzura, paciencia y dedicación sin límites. Se les realizó a ambos niños moldes de los pies para fabricarles la ortesis y se les hizo andar para emitir un diagnóstico sobre el tipo de ortesis más adecuado. Fueron momentos de emoción, de nudo en la garganta, de verte junto a gente que tiene REALMENTE una vida complicada, y unos problemas muy distintos de si este mes me da para irme de fin de semana o si me ha salido un michelín nuevo. Y me vi también junto a unos profesionales como la copa de un pino, que tratan a diario a este tipo de niños para lograr mejoras pequeñas en su autonomía o en su modo de caminar; pequeñas mejoras para nosotros, grandes progresos si se considera el contexto en el que están. Fue uno de esos momentos en lo que pensé, simplemente: qué suerte tengo. Por todo. No tengo nada de lo que quejarme ni lo más mínimo. Así que pasé la tarde interpretando, hablando con los profesionales, con los padres, tratando de entretener a los críos, ayudando a preparar yesos, etc. Y salí de allí contenta por la labor realizada, por haber podido tender puentes entre empresa y profesionales, por haber disfrutado una vez más de mi profesión y por la vida, en general, que me ha dado tanto.

viernes, 16 de marzo de 2012

Y ahora resulta que me gustan los bichos

Lo mejor de esta profesión es la posibilidad que te ofrece de abrir pequeñas ventanas a mundos que desconocías o, como en este caso, a mundos que creías que no te interesaban lo más mínimo: en este caso, la primatología. Tenía que hacer de intérprete de consecutiva/enlace en las entrevistas que periodistas supuestamente especializados iban a hacer a Frans de Waal, primatólogo y etólogo muy conocido en su campo. ¡A mí, que los documentales de la 2 me parecían estupendos somníferos!

Pero empecemos por el principio, que también tiene su guasa.

Con el aluvión de mensajes que recibo a diario, entre mensajes de trabajo y de amigos, y, sobre todo, mensajes de las diversas listas profesionales a las que pertenezco, el míercoles 14 recibo un mensaje con colores y un tamaño de letra 3 veces mayor de lo habitual. Ni va dirigido a mí, ni me explican cómo me han encontrado, pero el mensaje proviene de la fundación de un banco muuuuuuuuy conocido, sobretodo en mi tierra de procedencia. El mensaje parece serio pero a mí me mosquea tanta impersonalidad y le respondo en tono bastante borde, la verdad. Pensé que era un envío masivo y que estaba bien recordarle a la gente que conviene mantener las formas con desconocidos en el ámbito profesional. Mi respuesta, textualmente, fue ésta: "Buenos días, xxxx:
Me gustaría saber si han enviado este mensaje a decenas de intérpretes, si me escriben a mí nada más, cómo ha llegado mi perfil a sus manos, etc.
Perdone, pero su correo electrónico me ha resultado bastante brusco e impersonal.
Dicho esto, estaría encantada de realizar la interpretación. ".
Cuál no sería mi sorpresa, cuando la secretaria del destinatario del mensaje me escribe encantadora para disculparse y para explicar que mis datos los han sacado del directorio de Asetrad. ¡Sí, sirve para algo estar asociado! A pesar de tener más candidatos, mi pasado científico les convence y quedo emplazada para ir a hacer la entrevista al día siguiente. Mis labores familiares me copan toda la tarde, tengo que acabar una traducción sobre el trastorno bipolar, pero a las 11 de la noche decido ponerme manos a la obra a leer sobre este hombre y, más importante aún, a buscar vídeos, como mi profe siempre nos había recomendado. Descubro con agrado que hay referencias a este hombre por doquier, e incluso una TEDx talk: http://tedxtalks.ted.com/video/TEDxPeachtree-Frans-de-Waal-Mor. Y nada más empezar a ver la charla ya caigo en sus redes. ¡Qué pedazo de comunicador! Vídeos de chimpancés y elefantes para tratar de demostrar que la moralidad no ha sido un invento de los humanos y, en particular, de la religión, sino que algunos mamíferos también tienen la capacidad de obrar de manera altruista, de sentir empatía, de mostrar simpatía y también incluso tienen sentido de la injusticia. El experimiento de los pepinos y las uvas del final de la charla es mondante. ¡Qué comportamiento más humano! Me leí también la entrevista que le hico Punset en el programa redes, me leí la página del centro Yerkes donde trabaja, preparé un pequeño glosario y me hice una lista bilingüe de todos los libros que ha publicado en ambos idiomas. Me llevó 3 o 4 horas pero así quedó el campo ya sembrado: para muchas de las preguntas de los periodistas ya sabía aproximadamente lo que iba a responder el Dr. de Waal, y la sensación de poder transmitir correctamente sus explicaciones porque estás familiarizada con los conceptos y las ideas que está desarrollando no tiene precio. ¡La preparación previa vale un potosí! Y si además lo que cuenta es interesante, sorprendente y ameno ya interpretar se convierte en un lujo. Una vez más digo...¡me encanta mi trabajo!